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Almost life

Hecho casual promotor del proyecto

lo que ocurrió.

 

 

 

Sería más o menos la una menos diez de la madrugada del sábado 11 de Noviembre.

Subía las escaleras de la parada del metro Congrés mientras decidía si ir hacía mi casa

por Matanzas o por Francisco Tárrega. Elegí Matanzas. Fue una de esas decisiones aleatorias que

a veces tomamos. Por aquí o por allí. No importa.

Caminaba acelerada envuelta por la inercia del metro, que de un modo u otro nos incita a correr.

Pensé que la calle estaba muy mal iluminada, que si fuera una calle del Borne la luz sería incluso insultante.

Recuerdo que tambien pensé que a nadie le importaba realmente lo que ocurriera en una calle oscura

de un barrio cualquiera de Barcelona.

Mientras caminaba alcancé a una pareja joven. Un matrimonio pseudoburgués que posiblemente vivía por allí.

Ella se giró, me miró y susurró algo a su pareja. Al cabo de un instante cruzaron para evitar

que les alcanzará. Me ofendió un poco que me confundieran con una agresora cuando yo lo unico

que quería era llegar a mi casa. Continué.

Giré a la derecha y apareció la cuesta de Pinar del Río. Ya estaba cerca y ralenticé el paso.

Iba un poco perdida entre las cañas y los petas que nos habíamos fumado esa noche, mientras planeábamos

un acción en los baños del macba.

Entre mis pensamientos apareció un sonido seco y rítmico, acompasado...si, pasos...

Pensé que no pasaba nada, que sería cualquier habitual de "La casita rosa"

"La casita rosa" es una antigua casona a la que pintaron de rosa y llamaron pub

y ahora alli van todos los trajeados del barrio con gomina y con sus titis explosivas a las que invitan a varias copas

de 5 euros.

Se vé desde la única ventana exterior de mi casa.

Pues pensé en uno de estos.

Por fín en casa. Desenfundó rapidamente la llave y entro. La puerta es antigua y cierra lentamente.

La acompaño con la mano. Aguien corre en la calle. Justo antes de cerrar se asoma un chico rubio de unos 30 años gordito con cara de bonachón en chandal

que me sonrie y me enseña una llave que se suponía era la del portal.

Entra.

El portal es estrecho, por lo que solo cabe una persona en las escaleras.

Yo iba primero.

Comienzo a subir.

En mi mente se empieza a componer un puzzle.

La ultima pieza era escabrosa.

La subida parece tranquila. Continuo.

El "vecino" balbucea algo.

Pienso que tiene sindrome de dawn o cierto retraso.

Paso de él.

Cerca del primer tramo grita:

¡Que te he dicho que me des lo que lleves, coño!

Me giro despacio.

El "vecino" estaba tres o cuatro peldaños por debajo de mi.

Un cuchillo jamonero apuntaba (supongo que por el desnivel improvisado)

a mis ovarios.

Me sorprendí cuando recordé que había olvidado la cartera en casa de vir

y que me había tenído que colar en el metro.

Se lo cuento.

Parece que me cree.

Me obliga a abrir mi bolsa y me pregunta por el móvil.

Si que lo llevaba.

Lo saqué.

Dudaba.

Dudaba todo el rato.

Si gritaba alguien me tendría que oír

¡eran las escaleras de mi casa!

Decidí no gritar.

Le temblaba la mano mucho con ese cuchillo.

Si le daba una patada,

tal y como estaba la situación

unido a la fuerza de la gravedad

hubiera caído por cojones.

Decidí que no era tan brillante lo de la patada.

Yo también temblaba.

¡si en un minuto no me das algo te rajo!

...

tira para arriba

anda tira...

A la una en punto entraba en mi casa.

Planteándome un montón de cosas,

sobretodo si esto de la mudanza había sido tan buena idea.

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